Y sin embargo, el frío fue la anécdota, casi diría la excusa para poner en marcha oficialmente AEGEE - Tenerife (separado con guiones que si no me riñen). La sensación de que 300 personas se alegren de que te unas a esa familia y la multitud de correos de felicitación que te llegan cuando anuncias la primera junta directiva es solo una de las pequeñas satisfacciones, que el compartir 3 días con multitud de estudiantes, aprendiendo unos de otros e intercambiando ideas y experiencias (y bebidas y comidas típicas por qué no decirlo) te puede llegar a dar.
Todo aquello que no se conocer genera más miedo y el desconocimiento de los países que están "de Alemania pa´lante" como diría un amigo mío, quizás sea una de las barreras más frágiles pero a la vez más presentes para no dar el salto y salir por allá fuera.
No quiero dar consejos porque pienso que la vida se los da a cada uno y somos nosotros quienes tenemos que decidir si aceptarlos o no y, sobre todo si seguirlos. Solamente hablaré desde la experiencia de haber pasado ya en algunas ocasiones la sensación del miedo a lo desconocido, del temor inseguro a expresarme en inglés o en otros idiomas, del encogimiento de estómago cuando vas en el avión y casi no puedes comunicarte con las azafatas. En fin de todo ese cúmulo de sensaciones que queda simplemente en eso, un cúmulo que se desvanece cuando empiezas a encontrar tu lugar.
Así que si alguna de las lectoras o alguno de los lectores de este modesto blog se pregunta si vale la pena la aventura, si meterse en una asociación, echarle horas a la cosa a cambio de nada en términos monetarios, no les contestaré con un sí o con un no, sino con una frase que oí durante nuestra estancia en Letonia.
Pertenecer a este tipo de asociaciones no es un privilegio, es una obligación. Y me gustaría añadir otra cosa, el futuro es nuestro, no dejemos que nos los quiten.
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